Peco bastante de recordar. De recordar en exceso, de glorificar un pasado que probablemente tampoco fue mejor que el presente. En una de estas me dio por volver a abrir este blog, a ver estadísticas, a releer posts y a aceptar y leer comentarios de hace años que se habían perdido (lo siento por los que comentásteis).
En eso que leo la última entrada de este blog (a partir de ahora penúltima), escrita por mí al comienzo de mi andanza universitaria. Me fascina cómo podemos a llegar a ser las personas y como me regodeo en un dolor y un «odio al mundo» que no sé muy bien de dónde salía. En el post hablaba de apariencias y de gente que se ve obligada a ser algo que no es por culpa del mundo.
No podía haberme equivocado más. Es cierto que el querer ser popular puede ser una mierda, que el mundo te puede cambiar, pero joder, las gente es buena. Hace más de 4 años de esa entrada y, ahora ya con mi carrera acabada, puedo decir que esa gente de la que me quejaba ahora los veo personas buenas. Incluso algunos pocos podría considerarlos amigos. Muy pocos, ya que nunca se me ha dado demasiado bien lo de relacionarme.
Entre esas personas conocí a mi novia, Bea, la mejor persona que podría haber encontrado. Ella me aceptó tal y como soy, con todas mis tristezas e inseguridades arrastradas durante años. Aceptó cosas de mí difíciles de aceptar para otras personas y sé, que pasé lo que pasé, por muy mal que lo pasé, al final todo mejorará al estar con ella. Creo que realmente no me la merezco.
Así que en esas estamos. A los pocos días de escribir esa entrada tan depresiva encontré a la persona más importante de mi vida. Si alguien lee esto (que lo dudo), simplemente quería decirte que no te dejes embriagar por la tristeza, no hagas de ella tu forma de ser. No te regodees en todo lo malo que te pasa, no seas demasiado intensito, ni duro contigo mismo o con los demás. Probablemente, al final, encontrarás algo por lo que realmente vale muchísimo la pena continuar.
El título de esa entrada me lleva a otra reflexión. La gente no cambia decía yo por 2016… Eso querría yo. Entre ese 2016 y esta entrada actual han pasado muchas cosas, y si bien encontré a Bea por otro lado mucha gente que quería y quiero se fue alejando. Durante estos años mi grupo de amigos de adolescente se ha ido fragmentando y yo me he quedado como un poco apartado de lo que es el grueso del grupo. De vez en cuando (muy de vez en cuando), nos volvemos a ver todos, quedamos, vamos a cenar, hablamos… Y parece que durante unos instantes todo es igual, parece que nada cambió.
Me podría sentir como aquellas tardes de viernes que quedabamos a las cuatro de la tarde en la puerta del polideportivo y vagabamos sin más por la calle, hablando y comprando un freeway para pasarlo un poco mejor. Me rememora a algunos viajes al cine, para los que había que ir al centro comercial en un autobús y en los que probablemente estuviesemos más de viaje que en el centro comercial en sí. Incluso me recuerda a las clases, a lo bien que lo pasabamos y como nos gustaba el compartir entre nosotros. Recuerdo los recreos, las charlas, las peleas, los viajes con el instituto, las cenas en el kebab…
Pero al final eso se acaba, y ese pequeño impás temporal en el que me sentía como hace 10 años se acaba, ya que ellos empiezan a hablar de alguna quedada a la que yo no fui invitado o rememoran lo borrachos que se pusieron en alguna fiesta en la que yo no estuve. Luego nos vamos a casa y no volvemos a hablar hasta la siguiente quedada dentro de seis meses.
Durante estos años he pensado mucho en ellos y por qué se pensó que igual yo no era una persona con la que seguir quedando muy a menudo. Me he culpado a mí, por ser de una manera que a ellos no les cuadraba, les he culpado a ellos, por no ser amigos «leales». He pensado que simplemente yo no soy tan importante para ellos como ellos lo son para mí.
Pero probablemente al final no sea nada de eso. Tal vez, simplemente, han cambiado, hemos cambiado, la vida ha cambiado, el tiempo que tenemos ha cambiado y con ello las prioridades. Últimamente estoy tratando de ver esta situación desde ese prisma, pero a veces cuesta no pensar que simplemente la culpa es mia por no ser suficientemente buen amigo como para aportarles algo. Poco a poco lo estoy consiguiendo y creo que cada vez estoy mejor, tal vez, debería buscar nuevos amigos, algunos con intereses afines a los míos actuales, pero joder, me cuesta tanto socializar. Es bastante extraño como una persona tan aparentemente extrovertida como yo, en el fondo, no sabe muy bien relacionarse.
Todo este post es demasiado disperso, lo sé. Solo divago, recordé este blog y quería desahogarme un poco. El post es incluso contradictorio, en la primera parte hablo de no regodearse en la tristeza y la segunda es un poco dramática. Es lo que hay.
Gracias por leerme y seguid adelante, sois muy importantes para alguien, todos lo somos.
Sergio.